Evie Marron viaja a Italia con su mejor amiga después de un divorcio doloroso, buscando sanar y reconectar consigo misma. Ahí, un accidente automovilístico la pone frente a Ford Alcott, un escritor viudo que vive en las afueras de Roma junto a su hijo de 10 años, Richie. Lo que empieza como un encuentro tenso pronto se transforma en una conexión inesperada: Ford y Evie descubren en el otro a alguien con quien volver a reír, confiar y soñar.

Cuando Evie debe regresar a Nueva York, deciden arriesgarse a una relación a distancia. Durante meses se llaman a diario, planean viajes y viven la ilusión de un futuro juntos. Las hijas de Evie apoyan con reservas la relación, mientras que Ford lucha con el recuerdo de su esposa fallecida y con el hecho de que Richie aún no entiende del todo lo que significaría una nueva familia.

No pude con el comportamiento de Ford después de la cena de Acción de Gracias; fue súper grosero, hiriente y me pareció bien que finalmente aceptara ir a terapia. Lo triste es que fue su propio hijo, Richie, un niño de apenas 10 años, quien le hizo ver lo mal que estuvo. Y aun así, una vez que Ford reconoció que sus acciones fueron incorrectas, simplemente esperaba que Evie lo entendiera y lo aceptara como si nada hubiera pasado.